TODAS LAS VECES que fui la Mujer Maravilla
La Mujer Maravilla, lista para defender los caramelos de la piñata El disfraz de la Mujer Maravilla tenía todos los poderes. Cuando me lo puse, para una fiesta de cumpleaños, agarré al hostigador de la piñata con el lazo de la verdad y me pidió disculpas reales por intentar quitarme los caramelos. El disfraz de la Mujer Maravilla no era un disfraz. Era un traje mágico que me permitía conectarme con la aventura, la valentía, la confianza. Ese pantalón minúsculo lleno de estrellas del que salía el corpiño rojo con dorado era mi esencia. La historia de la Mujer Maravilla era mi historia. Ella salió del mundo de las amazonas y fue entrenada por los mismos dioses griegos. Igual que yo. En mi imaginación, claro. Pero, pensándolo bien, mi vida en casa era la del mundo de las amazonas: el paraíso de las mujeres fuertes que deben protegerse entre ellas porque, bueno, así se dieron las cosas, no hay nadie más. Cuando la Mujer Maravilla se cansaba de ser la Mujer Maravilla, era Diana Prince. Ento