Reír y escuchar: dos ingredientes indispensables para la educación

Entrevista realizada por Mariella Manrique

Malena Bonilla de Crespo obtuvo su grado de Bachiller en Ciencias de la Educación en el Normal Rita Lecumberri (1961) y desde entonces su carrera en el área de la educación ha sido de un alto nivel de compromiso y entrega. Recibió su título de Maestra de niños excepcionales en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú, en 1965, y luego obtuvo su Licenciatura en Ciencias de la Educación en la Universidad de Guayaquil en 1969. Ha trabajado en prestigiosas instituciones educativas, entre las que destacan la Universidad de Guayaquil, la Universidad Casa Grande y FASINARM. En sus roles de maestra o directora siempre ha velado por los intereses de los niños y se ha dedicado con especial atención a los niños con Síndrome de Down y sus familias. Actualmente sigue compartiendo sus conocimientos en colaboración con el Club Rotario y está finalizando su libro de memorias, en el que nos comparte sus experiencias y sabiduría en el área de la pedagogía.

En esta entrevista nos cuenta sobre su motivación por escribir y su visión sobre la educación.

¿Por qué leer este libro?

Creo que la lectura de este libro te llena de optimismo. Te demuestra que si alguien pudo tener logros en el área de la educación en épocas áridas donde nada se sabía de la educación inclusiva, con más razón es posible hoy. Con toda la información que hay disponible es necesario encontrar la fuerza y soluciones para generar cambios significativos en la vida de nuestros estudiantes y sus familias.

Esto es posible, por supuesto, siempre que la persona crea en los niños, que crea en los niños con Síndrome de Down. Ellos se percatan de que uno cree en ellos y responden en consecuencia. Por eso, en este libro explico que los logros en la educación van a depender, fundamentalmente, de cómo el Maestro[1] se dirija a ellos.

A lo largo de los relatos de mi vida en el área de la educación también resalto la necesidad de ser más receptivos, de estar abiertos a callarse y escuchar más a las madres. Siempre he sido defensora de ellas. He trabajado también con los papás, pero he visto cómo la carga de responsabilidad que han llevado las madres ha sido ardua. Por eso considero indispensable proponerse que uno les va a dar alivio.

En este libro narro muchas formas distintas de atender las clases y generar el clima propicio para el aprendizaje. Sin embargo, no hay recetas. Si algo enfatizo en mis relatos es que con cada mamá y niño uno tiene que ir buscando las formas de llegar a ellos, comprender sus necesidades y trazarles un plan de trabajo que les sea posible de cumplir, que les permita alcanzar esos aprendizajes que necesita el niño para desarrollarse.

¿Qué es la inclusión?

Inclusión es la vida plena. La convivencia natural. De Pablo Pineda [2]aprendí muchísimo. Cuando alguien le preguntó qué anhelas, qué sueñas, él contestó: “Que digan que Pablo Pineda acepta entrevistas en lugar de señalar que Pablo Pineda, con Síndrome de Down, acepta entrevistas; o que se refieran a Pablo Pineda, el protagonista, en lugar de subrayar que tengo Síndrome de Down. Y que, si me ven por la calle de la mano con una chica, no digan que Pablo Pineda, con Síndrome de Down, está con una chica, sino que, simplemente, señalen que Pablo Pineda está enamorado”.

En el tema de la inclusión nuestros propios alumnos son quienes nos dan la pauta de cómo debemos actuar. Ocurre que, a veces, olvidamos que la naturaleza humana es compartir. Cuando observas a los niños pequeños te das cuenta de que ellos no discriminan. En el recreo comparten con el compañero su comida, y si ocurre que el compañero tiene la mano más corta, pueden preguntarle directamente: “¿Por qué tienes la mano así?”, luego escuchar la respuesta del amigo y aceptar sin filtros una realidad diversa.

La inclusión tiene mucho de comprender el mundo como los niños lo ven, y la manera natural con la que comparten.

¿Qué enseñanzas se lleva de una vida dedicada a la educación?

Me ha hecho ser mejor persona para aprender a mirar todo lo bello que tiene la vida. Si no me hubiera tenido que agachar para ver a los niños, no me hubiera detenido a ver cómo las hormigas llevan cargas pesadas y aun así caminan con ligereza.

Esta profesión me ha mostrado que la vida es un contraste de emociones, colores, ritmo.

Las madres con quienes he tratado en mi vida como maestra me han obligado siempre a buscar alternativas, y con muchas de ellas me ocurrían situaciones que me dejaban reflexionando. En el libro narro muchas de estas anécdotas que me han aportado tanto, pues cada mamá, con su reacción, nos enseña mucho. Uno aprende a utilizar otro lenguaje, a esperar, leer entre líneas, proyectar confianza.

¿Qué tareas tienen los educadores hoy en el siglo XXI?

Hoy los educadores viven demasiado presionados correteando de un lado a otro, y como la vida está tan costosa, se ven obligados a tener dos trabajos, en cada uno de los cuales han crecido demasiado algunas demandas más cercanas a la burocracia que a la labor pedagógica en sí, por lo que se ven obligados a llenar muchos documentos.

Pienso que el mundo tecnológico de alguna manera ha influido en que los procesos mentales se vivan a mayor velocidad, y eso se traslada a los procesos naturales en el cerebro de todo ser humano, lo que causa muchas veces un mayor  aburrimiento en los chicos, o más cortisol en los adultos, pues tienen una mayor carga de ansiedad. Considero, por tanto, que es muy importante hacer pausas y defender espacios para la alegría. Reír hace tanto bien a la vida cotidiana y al organismo.

Sí hay maestros que se las ingenian para recuperar el amor por el aprendizaje, y supongo que lo hacen porque les encanta educar.  Por ejemplo, el profesor de física de mis nietos los hace rapear en las evaluaciones. Los chicos se ríen, aprenden y empiezan a amar esa materia que a veces es un poquito difícil. Ahora, a veces los directivos aplastan esa vocación; otros, usualmente más en los servicios privados, dan más libertad.

¿Qué secreto dirías que es fundamental para ser un buen maestro?

El maestro debe hacer lo que le guste, debe disfrutar aun en medio de las dificultades: así haya poco material didáctico, o lo que sea, que disfrute, que le guste enseñar, que al mirar a los chicos y darse cuenta de cómo van avanzando diga: “Qué belleza”. Los chicos sí se dan cuenta, ellos siempre lo notan: cómo uno los mira o les habla marca una diferencia y ellos la perciben. 


[1] A Malena le gusta escribir la palabra “Maestro” en mayúscula.

[2] TEDxTalks (13 de noviembre de 2013). El reto de aprender: Pablo Pineda at TEDxRetiro: https://www.youtube.com/watch?v=To-NFTdH2E0


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